Lana, tarjetas perforadas y programación
La historia paralela de la programación y la tejeduría
En las últimas décadas, gracias a la mejora en la educación y en la posición social de las mujeres hemos podido aprender que no siempre (o casi nunca) estaban en esa posición de ama de casa que se nos ha querido vender. Incluso en algunas profesiones que hoy se consideran típicamente masculinas se ha sabido, gracias a este trabajo, que hubo una gran participación inicial de las mujeres, como puede ser las matemáticas y el código de programación. Esto fue habitual antes de que ambos sectores fueran más productivos debido a la aparición de la computación moderna. Esta parte de la historia choca un poco con la parte en la que la artesanía continúa siendo cosa de mujeres, pero solo de renombre si lo hacen los hombres. Y, sin embargo, hay una parte de la artesanía que no está tan lejos de ese código de programación.

Los unos y los ceros
Estamos en los años 50 y 60, los ordenadores modernos no existen y sin embargo los datos se deben guardar de alguna manera. El sistema binario de unos y ceros ya existe1 y la información se guarda (a base de sistemas repetitivos y patrones basados en ese código) en pequeñas tarjetas perforadas de cartón flexible. Estas tarjetas perforadas pueden ser de varios tipos, sin embargo, la que se convierte en estándar es una creada por IBM que contiene 80 columnas de código con 12 lugares de perforación cada una. Estas tarjetas se utilizan para almacenar códigos de programación y es más que famosa la imagen de Margaret Hamilton con una torre de papel en la que se guarda todo el código necesario para llevar el hombre a la luna. El uso de las tarjetas perforadas se extiende a todo aquello en lo que se pueda necesitar un cierto control y manejo de los patrones, incluso en la literatura.
Las imágenes de mujeres con tarjetas perforadas y trabajando en las máquinas en las que se sobrescriben son escasas, pero existen, especialmente si se investiga sobre algún proyecto concreto en el que comienzan a surgir como si nunca hubieran sido tan raras. Uno de estos proyectos comienza en 1949 en el que el cura jesuita Roberto Bussa comienza una alianza con IBM para producir un índice con los escritos de Santo Tomás de Aquino. El proyecto lleva 30 años y se puede consultar en internet hoy en día a través de este enlace. Lo interesante de este proyecto es que Bussa decide que el trabajo lo deben hacer programadoras porque son «más cuidadosas»2. Este proyecto nos da muchas imágenes y una idea de lo que era la era de la información en los 50:


Pero no solo de proyectos extraños vivía la mujer programadora, lo cierto es que su posición no era extraña y así como fueron las que comenzaron a utilizar las máquinas de escribir domésticas, no era extraño verlas encorvadas sobre máquinas para tarjetas perforadas o generando cálculos matemáticos durante varias horas seguidas. La imagen de la mujer que iba a prestar más atención al trabajo manual que requería ese tipo de programación en ese tiempo concreto no era extraña. Lo es incluso menos si sabéis cómo funciona un patrón de tejido a dos agujas o a ganchillo. En esas décadas no existía, prácticamente, una mujer que no supiera tejer, pero si os puedo asegurar que la mujer que programaba era una mujer con excelentes habilidades tejedoras y viceversa.
Automatizar el código y el patrón
¿Y en qué se parece todo esto? Como ya comentaba antes, el código binario tiene únicamente dos «caracteres» establecidos como 0 y 1, mientras que el tejido a dos agujas se basa en dos movimientos concretos, punto del derecho y punto del revés (knit y purl en inglés). Tanto en código como en tejeduría, estos dos caracteres/movimientos se utilizan para crear complicados textos o patrones que puedan ser replicables y estandarizables. El sistema binario da lugar a otros códigos y los dos puntos básicos dan lugar a combinaciones de punto estándar en el mundo de la lana. En ambos ámbitos se intenta no repetirse innecesariamente y conseguir que el código sea lo más eficiente y libre de errores posibles. Un error en código genera problemas en el resultado, de la misma forma que lo produce un error en algún punto en un jersey. De esta manera nos damos cuenta de que es fácil convertir el patrón de una prenda en código, como se hace con un gorro de lana en este vídeo:

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Pero no hemos hablado sólo de código, sino también de tarjetas perforadas, y al igual que uno podría escribir código a mano y en ordenador, es posible tejer a mano y a máquina. Y aquí aparecen las tarjetas perforadas para las tricotosas. Las máquinas de tejer también se van domesticando y mejorando, ya existen modelos que se pueden comprar para tener en un hogar (aunque no sea lo más común) y estos modelos se pueden basar en tarjetas, los más antiguos, o conectarse a un ordenador en los más modernos. Y la comparación entre las tarjetas perforadas computacionales y las de tejeduría da para un juego de buscar las diferencias.

¿Inteligencia artificial con un ovillo?
Intuyo que alguno estará pensado que, si hemos conseguido que los ordenadores y la Inteligencia Artificial generen códigos por sí mismos, podríamos hacer lo mismo con los patrones para tejer. Pero aquí es cuando viene la parte de «arte», porque no es tan sencillo, o al menos no lo es por ahora. Con el auge de ChatGPT no son pocas las personas que han probado a pedirles que les genere un patrón, al menos para proyectos sencillos, para ver cómo de realizable es el resultado. Lo cierto es que hasta ahora no se ha visto nada que quede «bien» en parte porque la IA no comprende la tridimensionalidad del tejido (estamos salvados por ahora).
¿Pero qué sucede si entrenamos lo suficiente a una red neuronal para que genere un patrón? Alguien lo intentó antes de ChatGPT, en 2018, y el resultado tampoco ex extraño. Janelle creó SkyKnit (humor tejedor, lo sé) alimentado por más de 5.000 patrones ya creados, y le pidió que generara nuevos patrones. Una serie de tejedoras se pusieron manos a la obra para reproducirlos aguja en mano. Y sucedió lo que sucede con parte de la programación en ciertas ocasiones, que el arreglar el resultado generado por la red neuronal llevó más tiempo que lo que se hubiera invertido en crear el propio patrón por una mente humana. Al menos por ahora, el mundo de las creadoras de patrones se encuentra a salvo de la IA, pero no creo que por mucho tiempo más.
Personalmente tengo una posición muy antiIA, algo que es esperable sabiendo que soy artesana y bastante friki de la Propiedad Intelectual, pero no soy ajena a que el camino del código computacional y del código tejedor siempre han ido en paralelo y probablemente sigan así en un futuro. Pero aquí es donde viene la parte de artesanía (y creo que también aplica a ambos), ya que existe un orgullo en crear un producto propio, una pasión por disfrutar del proceso, por arreglar los errores y por localizar el punto de mejora, que es algo que Adorno no entendía como ya vimos en entradas anteriores. Al final, y si seguimos en esta senda, aunque el mundo no lo sepa, tejer (y programar) seguirá siendo un acto político.
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Tengo cero conocimientos de programación, cualquier error e incoherencia en esta entrada es fruto de mi ineptitud.
El comentario es bastante propio de la época, pero era la base por la que algunos oficios se asignaban a mujeres antes que a hombre,
Hola, Lara, este artículo ha sido uno de los más vistos desde el Diario de Substack en español:
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